Otra vez aquellas paredes blancas...
Detestaba no poder despegar las manos
del cuerpo, no poder hablar.
Escucho abrirse la puerta tras él; a
pesar de no saber muy bien que pasaba en aquel lugar, sabia como
funcionaba esto.
Se sentaron detrás suyo, le quitaron
la mordaza, atada con una correa a su nuca, le agarraron del pelo
para evitar posibles mordiscos, y, tras librarle el brazo derecho de
la camisa de fuerza, le lanzaron al suelo.
Allí, tímido, le esperaba un platito
de comida.
Le habría gustado decir que se
resistió. Pero no sería sincero. Su mente estaba tan dispersa que
incluso levantar la cucharilla le costaba; le drogaban con la comida,
seguro.
Cuando acabó, empezó a nublársele la
vista, al fin.
Abrió los ojos y, aun dormida, apago
el fuego que colgaba del techo.
No lograba recordar que clase de piel
cubría su tienda de campaña, pero era un placer dormir sin temor a
que se inflamase.
Arregló su pelo rojo, oscuro, y se
lavó la cara; en el agua se vio cansada, flaca.
Desayunó una de las pocas frutas que
le quedaban y guardo dos conejos atrapados en sus trampas.
Mientras recogía la tienda, se quedo
absorta observando el paisaje, pensando en la forma mas rápida de
llegar a su objetivo. Era un camino rocoso y lleno de amenazas, pero
eso no la amedrentó, al contrario.
Acabó de recoger.
Su tribu era experta en tiendas de
campaña. En la suya cabían dos personas y recogida se convertía en
una mochila que le permitía guardar sus objetos personales.
Se puso en marcha. Tenía que escalar
una montaña para orientarse.
Como el sol empezaba a intensificarse,
se puso los protectores en los ojos.
Mientras escalaba, se percato de las
magulladuras de sus brazos. Ella había escogido hacer este viaje,a
pesar de no recordar muy bien el motivo, pero si sabía que era
importante para ella.
De hecho no recordaba mucho sobre su
pasado, tampoco sabía la causa de su amnesia, pero no estaba
dispuesta a perder el tiempo descubriéndolo.
Cuando alcanzó la cima de la montaña
se sentó sobre un roca y sacó su cuaderno, cubierto en piel. En la
ultima pagina había un mapa dibujado, sin duda, por algún viajero
antiguo. Según el mapa, estaba acercándose a un un lugar sagrado
llamado Ang-taer.
Ya podía ver algunas de sus inmensas
estructuras sobresalir por la densa nube de polvo que la envolvía.
Ang-taer, uno de los cementerios de
dioses repartidos por el mundo.
Nadie sabia muy bien quien o como
habían construido aquellas inmensas estructuras megalíticas,
cuadradas, pero según los sabios, eran las tumbas de los antiguos
dioses.
En las paredes, llenas de ventanas, se
podía apreciar que tiempo atrás tenían cristal, aunque la mayoría
ya lo había perdido.
Aquellos lugares eran especiales.
Cuando el sol atravesaba el cristal, la luz se purificaba y entonces
la gente podía hablarle a los dioses, a los que podía pedir ayuda.
Por eso estaba terminantemente prohibido tener cristal en las
ventanas de los edificios no sagrados.
El polvo le dificultaba la visión.
Desenfundo su espada corta que llevaba en el muslo y avanzó sin
bajar la guardia. No solo los humanos podían encontrar refugio en la
tumba de un dios.
Tardó varias horas hasta encontrar una
tumba con un habitáculo que conservara la puerta en la entrada; se
aseguró de que cerrase bien y bajó.
Preparó una trampa, usando el conejo
que había capturado la noche anterior como cebo asegurándose de que
la trampa no estaba muy lejos, para no perder tiempo, ni demasiado
cerca para no atraer otros depredadores a su posición.
Ya en su refugio, extendió las pieles
de su tienda en el suelo y cenó un trozo de carne de unos días
atrás.
Se estiró sobre las pieles
preguntándose cuanto faltaría para llegar.
Una molesta sensación se apoderó de
ella; era como si fuese una extraña atrapada ahí, no recordaba
nada, y en ocasiones se extrañaba al ver su cara reflejada, como si
no fuese la suya.
Un ruido en el pasillo la devolvió a
la realidad.
Olfateó el aire, era un cánido,
seguramente un cazador. Podía oírle tras la puerta. Al no ver forma
de entrar, el animal se marchó.
Un tanto alterada, se puso a afilar la
espada antes de dormirse, con los sentidos atentos.
La dura almohada le impedía abrir los
ojos.
Se incorporó con pesar, las sabanas
eran blancas, las paredes eran blancas, el suelo era blanco, el techo
era blanco, su ropa era blanca, hasta su pelo era blanco. La única
distracción que tenia era una rejilla a lo alto de la sala,
imposible de alcanzar.
Estaba harto de soñar con aquella
habitación, y de que cambiase su sexo cada vez que dormía... no
entendía que representaba todo aquello.
La mirilla de la puerta se abrió.
-Chico, quédate quieto.-La voz era
grave y autoritaria, pero hablaba con calma.
Miro hacia la puerta de metal, blanca,
y asintió.
-Bien, así no sera tan molesto. Hoy
toca prueba.
Al oír esto, intentó liberarse de sus
ataduras, cayendo de la cama.
-Eh, tranquilízate, no es nada, solo
preguntas.-El celador empezó a abrir la puerta.- ¿Ya no lo
recuerdas?
Estas palabras dejaron al joven
descolocado. No recordaba que le hubiesen hecho pruebas jamas.
-Ya veo que no... Bueno, vamos allá.-
con un suspiro, se colocó una mascarilla y destapo un botecito del
cual salió un dulce aroma somnífero.
Recobró el conocimiento mientras el
celador cargaba con él.
-...Mhhh...
-Ya te bajo, ya te bajo. No quieren que
veáis el camino hasta aquí. Ahora colabora con el baño, no hagamos
esto peor de lo que ya es.
A pesar de su aspecto; grande, calvo, y
de piel oscura, este era el único cuidador que le trataba bien en
aquel lugar.
Le desabrochó la camisa de fuerza, y
él mismo intento desvestirse, pero no pudo sostenerse en pie y cayó
al suelo.
-Vigila, ven aquí anda.
Después de quitarle la ropa, le ayudo
con el baño, y luego, le proporcionó una ropa mas “adecuada”
para visitar al jefe.
Una camiseta y pantalones blancos; al
menos tenía las manos libres.
-Tu... ehm...gracias.
El grandullón sonrió:
-De nada chico, de una forma o de otra
todos estamos encerrados aquí, mas vale que sea de buenas. Empezaron
a andar por un pasillo de piedra gris, con un banco enfrente de la
gruesa puerta de madera.- Madre mía, que ojeras... no te quedan nada
bien con esos ojos tan claros, y ese pelo tan blanco te da un aspecto
terrible... Bueno- hizo una pausa un tanto dramática.- aquí se
acaba mi labor. Suerte.-Golpeo la puerta y se fue cerrando la única
puerta de salida.
Tras la puerta apareció un hombre
alto, con barba blanca, corta, y una larga túnica oscura.
-Llevadle a la silla.
Dos guardias le cogieron por los brazos
y lo sentaron en una silla, atando a ella sus muñecas.
Aun tenia la cabeza embotada, así que
respondió a las preguntas sin ni siquiera enterarse de lo que le
estaban preguntando, reaccionando por instinto.
Cuando se le aclaro la visión, y la
mente, el consejo y un hombre con bata blanca y pelo corto canoso
llevaban un rato hablando. Intentó concentrarse en lo que decían.
-...por supuesto, ya os lo dije, el
paciente esta en el estado idóneo.
-Ademas, no recuerda quien es ni lo que
puede hacer.
-Es una ventaja para nosotros, sin
duda, pero en cierto modo también para el, si recordase todo lo que
hizo...
-Eso es lo de menos, como decía, la
medicación funciona perfectamente, yo me declaro a favor.
-A favor.
-A favor.
En ese caso, no hay nada mas que
hablar, llevadlo de vuelta a su habitación.
Uno de los de los dos matones, el que
se encontraba a su derecha, volvió a sedarle.
Abrió los ojos esperando estar en
aquella sala blanca, pero se encontró sentada frente a una de las
ventanas de la tumba en la que se había refugiado.
Bajo a comprobar si algún animal había
caído en la trampa.
Se sorprendió al ver a un licádeo
forcejeando para deshacerse de la cuerda que lo aprisionaba.
Era poco habitual ver a uno de estos,
sobretodo porque rara vez iban solos. Eran como lobos de pelaje
claro, delgados, y con las patas finas y largas. No tenían mucha
fuerza, pero eran veloces y astutos, se veía en sus ojillos
amarillos.
Cuando el licádeo la vio, intento
retroceder; pudo ver el cansancio en los ojos del animal.
Se acerco y de un solo golpe acabó con
su agonía.
Dedico un rato a arrancarle los muslos
traseros y, mientras se afanaba en cortar algo de carne, escucho un
gruñido a su espalda. Un licádeo la observaba atentamente,
ensañando todos los dientes bajosu estrecho hocico, como burlándose
de ella. Sin duda, no estaba solo.
Como un rayo, salió corriendo en
dirección contraria al lobo; pero unos metros por delante otro le
cortó la retirada.
Se desvió entrando a una tumba medio
destartalada para saltar por una de las ventanas, pero antes de que
pudiese cerrar la puerta, una de las bestias se escurrió, quedando
los dos solos en la habitación.
El licádeo saltó hacia ella, que se
agacho pivotando sobre su pie izquierdo. cuando el animal aterrizó,
le propino una patada en la cabeza y salió corriendo mientras el
lobo se sacudía aturdido.
Saltó por la ventana y volvió a la
calle principal, no quedaba mucho para llegar a su refugio.
Unos metros atrás, los otros lobos se
percataron de su huida, y el tercero no tardo en unirse a la carrera.
Estaban acortando la distancia
rápidamente. Uno de ellos, el mas cercano dio un gran salto, ya casi
saboreando su carne, pero ella se lanzó contra suelo de espaldas
alargando su brazo, desgarrando el cuello del lobo con la espada.
El licádeo profirió un horrible
sollozo ahogado en sangre que detuvo a sus compañeros, tensos.
Tras unos gruñidos preventivos, se
marcharon perdiéndose entre el polvo del cementerio.
Suspiró.
Con paso decidido y el corazón aun
danzando en su pecho, se dirigió a su refugio donde comió unas
frutas y algo de carne, a pesar de tener buen gustó, la carne de
licádeo resultaba dura y en algunas zonas áspera. Se comió dos
muslos, un alimento de peso después de varios días mal nutrida.
Debía marcharse de aquel lugar
inmediatamente, dormir dos veces en un cementerio de los dioses era
un terrible pecado, aunque una de las veces durase cinco minutos,
estaba prohibido.
Ya a las afueras del cementerio, se
sentó en una piedra y observo su espada, como si la viera por
primera vez. Estaba en buen estado, pero el filo podía pulirse.
Se tomó su tiempo para afilar la hoja,
y dejo Ang-taer atrás.
Le pesaba la cabeza... no, mas bien
dicho, le pesaba la mente.
Escucho una voz lejana:
-¿Ya te has despertado? ¿Hmm?- Hizo
una pausa como esperando respuesta.-Bueno, no esta mal.- la voz, cada
vez mas nítida, pareció aproximarse.
-Dond...de...- Tenia la boca pastosa y
no podía moverse.
Grandullón le ayudo a incorporarse en
la cama y sentarse contra la pared. Su mente se estaba despejando.
-Has aguantado bien las pruebas
medicas, chico, excepto por el episodio de las agujas, pero el resto
muy bien.- Sonrió.
-¿Las agujas?
-Tranquilo, mucha gente les tiene
miedo.
-Yo no, nunca, uh...-Se mareo un
instante.- Nunca les he tenido miedo a las agujas.
-Pues esta tarde lo parecía.
-No recuerdo nada de agujas, solo estar
atado a una silla... con gente preguntándome cosas...
-¿De veras? Eso fue ayer... a lo mejor
se excedieron con la medicación. Debería comentárselo al doctor,
siento tener que hacer esto, pero si se llegan a enterar de que he
hablado contigo...-le puso la mordaza.- me metería en un buen lio.
Esperó. Esperó horas, no sabia bien a
que, ni cuando llegaría, pero el, esperó.
Tras mucho tiempo de espera, una
eternidad, según le pareció a el, alguien pico a la puerta y la
abrió suavemente, algo muy poco habitual.
-Buenas tardes, ¿me recuerdas?- Le
saco la mordaza de la boca.
-Si, Doc.-le miro a los ojos.- usted es
el que me hacía las preguntas.
-Perfecto. Según me han dicho, tienes
lagunas en la memoria, ¿cierto?
-Si, las tengo.
-Veo que estas dispuesto a colaborar,
bien. Dime si recuerdas esto, y en caso afirmativo, explícame porque
lo hiciste; durante las pruebas medicas me pediste un favor: cuando
vuelva a estar en mi celda, dime: “Bolsillo interior derecho de la
bolsa, encontré draen, imagino que ya sabrás utilizarlo.”
-Yo no he dicho eso.
-¿Donde crees haber encontrado esa
droga, chico? Aquí esta bien guardada y no nos gustan los
ladrones.-Su voz sonó afilada, peligrosa.- y que es esa bolsa de la
que hablas?
-No hay ninguna bolsa aquí.
-Dime ¿por que crees que me dijiste
eso entonces?
-¿Sinceramente? No tengo ni idea, al
fin y al cabo esto no es mas que un sueño, nada mas, dentro de poco
me despertare y seré yo otra vez, libre de esta celda ¡y de este
cuerpo!.
-Ya veo...- Se puso en pie y tras dar
unos pensativos pasos, prosiguió.- Creo que tu mente, que llegó
aquí ya trastornada, al no poder soportar la presión y la culpa por
todo lo que hiciste, empezó a fantasear con otros lugares creándote
una alucinación que me atrevería a aventurar, aunque sea pronto,
que ha degenerado una doble personalidad. No lo digo por placer, se
han comprobado marcados cambios de conducta en ti.
Grandullón observaba sombrío desde la
puerta.
-Eso es ridículo... no recuerdo
fragmentos porque es un sueño,cada vez que me duermo aparezco aquí,
y si me duermo aquí aparezco allí. Así que os agradecería que me
sedaseis y me dejaseis volver a mi vida.
Le empezaba a doler la cabeza, pese a
estar recuperado de las drogas suministradas durante las pruebas, aun
sentía los efectos de la droga diaria que le ponían en la comida.
Cuando el doctor se giró en dirección
a la puerta, el joven salió corriendo lanzándose contra la rodilla
de Grandullón, que cayo dolorido al suelo.
-¡Atrápalo! ¡Que no escape!-En un
instante ya estaba persiguiéndole.- Es uno de nuestros sujetos mas
interesantes.
Cada vez lo tenía mas cerca, oía sus
pasos aproximándose rápidamente.
La pesada mano del celador cayó sobre
su hombro, frenándolo en seco; el joven rotó sobre sus pies. Como
un rayo, clavo sus dientes en el hombro izquierdo de Grandullón y
sin soltarlo, saltó, lanzando la rodilla contra el pecho de su
oponente. Del impacto salio un resplandor azul que se quedo flotando
en el aire como una gota de tinta al diluirse en agua.
Levantó la cabeza, los dos habían
salido despedidos varios metros, aun atontado, se levanto y siguió
corriendo.
-¡Mierda! ¡Se esta despertando!-
antes de que Doc. acabase la frase, los enormes brazos del celador le
redujeron. No sabia como le había atrapado tan pronto, ni porque el
inmenso celador tenia un agujero enorme en la camiseta, lo que si que
sabia, era que no era un hombre normal, sus ojos tenían las pupilas
tan dilatadas que no podía verse el blanco del ojo.
De un solo golpe en la cara estampo al
chico contra el suelo.
Su voz sonó profunda y fiera.
-No quiero hacerte mas daño, te
llevare a la celda y colaboraras.
Sin esperar respuesta, se cargo al
muchacho sobre el hombro y lo deposito en la cama.
Se dirigió hacia la puerta.
-Lo siento, preferiría seguir
hablando, pero es lo que debo hacer...- Cuando se giró, le recibió
una mirada fría, casi ofídea.-Espero poder conversar mas adelante.
Agotado, el joven dejo que la puerta y
sus ojos se acompasasen en un amargo cierre.
Dio un respingo, sobresaltada.
Se tocó la cara; no le dolía.
Por fin había despertado de aquel
horrible sueño.
Si, eso es lo que era, un sueño.
Se giró, no vio Ang-taer a sus
espalda, de hecho no parecía haber estado nunca ahí.
Un recuerdo fugaz cruzó su mente: “En
el bolsillo interior.”
Tal y como le habían dicho en el
sueño, allí había draen, una barra de sabia condensada extraída
del árbol draen.
Estaba segura de que el día anterior
no la llevaba. Toda esta situación se estaba volviendo realmente
molesta.
Ahora que lo pensaba con claridad, no
sabia muy bien a donde se dirigía o que buscaba. Solo sabia hacia
donde se encontraba gracias al mapa. El cementerio de dioses había
aparecido y desaparecido como si nada, y se hallaba en un páramo
montañoso y grisáceo, lejos de todo.
Bien podría tratarse de un sueño.
Por otra parte, si eso era cierto,
quería decir que estaba loca, o mas bien dicho loco, y que todo eso
era una forma de escapar a su propia enajenación.
Una idea nada agradable.
En cualquier caso, lo mejor que podía
hacer era seguir. Si su locura quería hacerle avanzar, quería
descubrir hacia donde, y si no estaba loca, o loco, estaría
prosiguiendo su viaje como es normal.
Se colocó los protectores oculares, en
este caso por el viento, ya que no brillaba mucho el sol.
Sacó el mapa. Ya casi estaba.
Si podía llegar ese mismo día, mejor,
aunque le quedaba un buen trecho.
Empezó a escalar el monte que le
separaba de la recta final. Era escarpado y su subida no fue fácil,
pero al llegar a la cima se sintió animada y satisfecha.
Dejó la bolsa en el suelo. De ella
saco un montón de ramitas con las que encendió una hoguera, una vez
consiguió estabilizarla, oculta del viento tras unas rocas, dejó
cocinándose lo que quedaba del licáedo.
Mientras esperaba, subió a un risco
elevado y saco los binoculares. Allí estaba, una fortaleza cubica
gris. Quedaba mas lejos de lo que había previsto, y se sentía
cansada.
Se centró en la comida. No estaba muy
buena pero le reconfortó.
Cuando se disponía a comenzar ese
último trayecto, recordó lo que Doc le había dicho. Draen.
El draen le proporcionaría una gran
cantidad de energía, podría avanzar mas rápidamente, con mas
agilidad y con sus sentidos agudizados. Era justo lo que necesitaba,
luego podría recuperarse descansando por la noche.
Saco la barrita. Para su sorpresa, ya
estaba empezada, y parecía reciente. Sin preocuparse demasiado,
corto una rodaja y la ingirió.
Empezó a bajar del monte en dirección
a aquel edificio. Tenía que avanzar cautelosamente ya que las
piedras desprendidas resbalaban por la pendiente.
El draen empezó a hacer efecto y su
mente se agilizó. Quizás la mejor manera de bajar seria “patinando”
sobre piedras y tierra sueltas.
De esta forma, en pocos segundos llego
a la basta extensión pedregosa que le separaba de su objetivo. Salió
corriendo hasta una roca tras la que cubrirse.
A través de los binoculares vio que la
llanura tenia rocas y montículos desperdigados por todo el camino,
que le podrían servir de refugios desde los que observar.
Una vez hubo fijado el rumbo, inspiró
profundamente y salió a la carrera hacia el siguiente refugio, y así
tres veces, después observó la fortaleza y confirmó que el rumbo
fijado fuese el mas eficiente.
Al cabo de unas horas, empezó a
sentirse cansada, el efecto del draen se estaba acabando.
No demasiado lejos encontró un lugar
en el que establecerse un momento a recuperar fuerzas.
Esperó.
Cuando hubo recuperado el aliento,
extendió una manta y, apoyada en la pared, sacó un trozo de pan
seco que acompañó con un poco de carne.
Se le acababan las reservas.
A pesar de sentir un leve pinchazo de
sueño, decidió seguir.
Recogió todo el material y miro cuales
serian sus siguientes movimientos; al estar mas cerca debería
pararse a mirar antes de salir de cada una de las rocas, no esperaba
que un lugar así estuviese exento de vigilancia, aunque le harían
un gran favor si así fuera.
Intentó ver la posición de los
guardias por los prismáticos, pero el cansancio restaba precisión a
su vista, así que antes de intentarlo de nuevo, tomó otra porción
de draen y esperó unos segundos.
Ahora si.
Cada vez que el guardia giraba una
esquina o entraba por una puerta, salía a la carrera en dirección
al siguiente refugio. Repitió la operación hasta que no necesitaba
binoculares para ver al vigilante. Ahora su prioridad cambió.
Necesitaba un lugar donde poder montar su tienda sin ser vista, sino
tendría que dormir al aire libre y eso no le parecía una opción
agradable, tanto por el viento, como por el duro suelo de piedra.
Tardó media hora hasta encontrar el
lugar perfecto. A pesar de estar muy cerca de la fortaleza, mas de lo
que parecería prudente, el montículo, por la parte opuesta a la
vigilancia, tenia un grieta que daba paso a un pequeña cavidad, allí
podría instalar su tienda de campaña e incluso encender el fuego
sin miedo a que la luz se desparramase por la llanura, algo que ni
siquiera se había planteado.
Estaba contenta.
Se preparó una buena cena, al menos la
mejor desde que comenzó el viaje, o desde que lo recordaba. No hacía
mucho, a decir verdad, pero prefirió apartar ese pensamiento de su
cabeza.
Mientras calentaba la cena, montó la
tienda y prendió el fuego de su interior.
Se sentía satisfecha.
El Draen aun ejercía una cierta
agitación sobre ella, así que paso gran parte del ocaso y unas
horas de la noche observando los turnos de guardia, escogiendo el
mejor momento para actuar por la mañana.
Si. Empezaba a creer lo que Doc. le
había dicho. Seguramente estaba loco, y todo ese escenario paralelo
no era mas que otra forma de escapar de un pasado traumático, otra
prueba de ello era que ni siquiera podía recordarlo, solo intuir que
estaba ahí, cosa que también podría atribuirse a la medicación.
Independientemente de eso, era incapaz de recordar el pasado de sus
sueños, y ni siquiera podía entrever cual era el objetivo que
perseguía en estos, esa era la pieza fundamental que le demostraba
que el sueño era ese, y no el manicomio. En el manicomio, a pesar de
que no podía hacerlo, sabía que quería escapar de su celda y
regresar a su hogar; recordaba vagamente un pueblecito, pero en los
sueños estaba apunto de conseguir una meta totalmente desconocida,
se había enfrentado a bestias, superado obstáculos y visitado
Ang-taer, el mítico cementerio, que quedaba apartado de toda
civilización. Todo ello resultaba absurdo, ninguna persona normal
podría hacer algo similar, solo aquellos que poseían un don, o una
maldición.
El sonido de la puerta le sacó de sus
pensamientos. Dos hombres entraron sonrientes, sosteniendo un plato
de comida, como siempre, al quitarle la mordaza le agarraron del
cabello, pero esta vez, antes de que le desataran el brazo, una
potente voz irrumpió en la sala.
-¡BASTA! Yo me encargare.
Los dos hombres se marcharon
acobardados por la fiera mirada de Grandullón.
Cerró la puerta y se dirigió hacia el
joven.
Seguramente había venido a recordar-le
las consecuencias de un intento de fuga. Se preparo para lo peor.
Miro su hombro cubierto por una venda
manchada de sangre con una mezcla de temor y vergüenza en los ojos.
-No te preocupes, todos pasamos por
alguna crisis en algún momento. He venido a hablar, no a
lastimarte.- Mientras hablaba, desató los brazos del chico y le
indico que comiese. Luego se sentó en la cama.
-Lo siento...
-Creo- dijo suavemente- que hay cosas
mas interesantes de las que hablar.
-¿Podrías responderme a algunas
preguntas?- Poco a poco el ambiente perdió tensión.
-Claro, lo que sea, excepto como salir
de aquí- A pesar de que su voz era plana y profunda, pudo captar una
leve ondulación bromista en ella, seguido de una limpia sonrisa.
El también sonrió.
-¿Como te llamas?- Tras un instante
reflexivo añadió- ¿y yo?
-Vaya chico, no me extraña que estés
hecho un lio, tu nombre es Zeith, y yo soy Redag.
-Gracias por todo, Redag, dime, ¿donde
estoy?
-Esto es un centro para personas
afectadas mentalmente y... para los pobres invadidos por
espíritus.-Esa última parte la dijo con un cierto pesar.- Si lo que
quieres saber es donde se encuentra, la respuesta es Ródah, lo mas
alejado posible de Kaéssah, la zona muerta.
-¿En Ródah? Son los limites de la
civilización... ¿y porque tan lejos de allí?
-No se si lo sabes, pero en Kaéssah se
concentra la mayor concentración de espíritus y demonios del mundo,
y como ya sabrás, “los locos y los niños son los mas fáciles de
influir por un espectro o diablo.- Lo dijo como recitando una frase
de libro, solemne.
-Si... ¿Que he hecho para acabar aquí?
-Eso es confidencial, prefieren que no
lo recuerdes.
-Debe de ser terrible.
-No creas... quizá pueda darte alguna
pista. Tengo que llevar a Zeff a las pruebas físicas, luego volveré
con algo que puede que te interese, aunque no se si debería dártelo,
ya lo pensare.
-Muchas gracias Redag, hasta luego.
El enorme celador sonrió y salió de
la sala.
Zeith.
Recordar su nombre le produjo un fuerte
dolor en el pecho. De algún modo sabía que estaba ligado a cosas
terribles.
Redag no tardó mucho en volver y
entregarle un libro fino. Se marcho.
Tenía en sus manos un ejemplar de
Vráek y las seis regiones. Era un cuento infantil sobre un héroe
que, tras pactar con un espectro, utilizó sus nuevos poderes para
liberar las seis regiones de los corruptos, salvando así al mundo de
esas terribles criaturas. A pesar de que Vráek realizó el trabajo
que la iglesia no pudo, y que siempre mantuvo su fe en ella, esta le
encerró y nunca mas volvió a saberse de el.
Era un cuento polémico, la iglesia
quería eliminarlo, pero todo el mundo había oído esa historia y
aunque eliminasen todos los libros de una aldea, al cabo de poco los
artesanos ya lo habían reescrito.
Mientras pensaba en que querría
decirle Redag con ese libro, le pareció ver una sombra por la
rejilla, pero cuando alzó la vista no vio nada.
Un instante después, un tremendo
estruendo lo lanzó contra la pared opuesta. Alguien había volado la
pared, donde segundos antes estaba la rejilla, al nivel del suelo
exterior.
Los oídos le pitaban con fuerza.
Al levantar la vista, se encontró con
una joven pelirroja y delgada que le miraba desde una cuerda. Saltó.
-Zeith ¡por fin te encuentro!-No podía
creerlo, era él mismo, cada vez que soñaba se metía en la piel de
esa chica.- Soy yo, Naera, se que ahora no puedes recordarme, pero
seguro que recuerdas haber vivido mi viaje.-
-¿Eh.. co..como?- No pudo formular la
pregunta.
Ella le abrazó con fuerza.
-El intercambio físico solo es posible
entre psíquicos de alta compenetración, vamos, búscame, estoy
entre tus recuerdos.
Le miró a los ojos y su mente se
resquebrajo como un cristal, tras los pedazos que se desprendían
podía ver fragmentos de su vida con ella; sabía que llevaban tiempo
viajando juntos, aunque hacia mucho que no se veían, sabía que
luchaban juntos, huían juntos, que confiaban el uno en el otro, y
algo mucho mas importante, sabía que la amaba.
Parpadeó y al abrir los ojos no vio a
la hermosa chica frente a el, sino que vio un chico pálido, ojeroso,
exageradamente ojeroso, que le devolvía un mirada fría y cansada
entre su cabello blanco. Ya casi no se acordaba de su propio aspecto.
La puerta se abrió de un golpazo, ya
en sus cuerpos los dos se giraron.
-Zeith, ni se te ocurra.
Naera le lanzo un botellita que al
romperse liberó una espesa nube verdosa.
-Así he dormido a los guardias de
fuera.- Sonrió, parecía casi inocente. Casi.
-Lo siento Redag.
El celador cayó con estruendo sobre el
suelo.
-Vamos Zeith, tienes mucho que
recordar.
Narea le miraba apremiante desde el
agujero, moviendo impacientemente la cuerda por la que acababa de
subir.
El joven se apresuro a escalar.
Reconoció aquel lugar, una vasta llanura pedregosa, gris. A pesar de
que no pudo ver bien el edificio antes de que su compañera le
agarrase la mandíbula, obligándole a mirarla, pudo ver que como
sospechaba, era un inmenso bloque gris.
-Saca la lengua. Hmm... lo que
imaginaba, lengua un poco azul, te han estado suministrando Tecaión,
perdida de memoria, aturdimiento... Mierda...
-¿No deberíamos huir?
-Tomate esto, te purgara, y ahora si,
¡corre!
A paso rapido corrieron hacia el
refugio de Narea, allí estaba todo preparado, la bolsa ya hecha, una
petaca con agua, y dos rodajas de draen.
No hicieron falta palabras, Zeith bebió
y se tomo el draen, después, los dos corrieron dejando atrás aquel
terrible lugar de contención y tortura.